No sé dónde aprendiste a bailar bajo la tormenta pero lo haces y prefiero tus diluvios a esta mierd

No sé dónde aprendiste a bailar bajo la tormenta pero lo haces y prefiero tus diluvios a esta mierd

martes, 20 de agosto de 2013

Lo que más quise en el mundo fue lo que más daño me hizo.




Cuando crees que conoces todas las respuestas, llega el Universo y te cambia todas las preguntas. Da rabia ¿no? Creer tenerlo todo y en un simple instante que se te vaya de las manos. Lo peor de los finales es cuando son anunciados y cuando por mucho que intentes jurarte que no va a suceder, al final, como una bomba de relojería, todas tus esperanzas se desvanecen. Ese momento es el peor: quieres gritar, gritar muy fuerte y huir como si lo que está pasando no fuera contigo. El mundo se te viene encima y, aunque aterrizar pueda parecer fácil, cuando has estado mucho tiempo engañada se hace eterno. Es esa indecisión la que no te permite avanzar, las cosas dejan de tener claridad y el mundo se desintegra,. Poco a poco vas viendo cómo desaparecen los latidos y crees ver que al final de tu desesperación se encuentra la persona amada, pero no, solo es una pequeña alucinación. La primavera tierna que se convertía en verano se transforma de la nada en un eterno invierno y la felicidad anteriormente hallada se convierte en recuerdos de un ayer que no permiten que avances en tu hoy. Los finales son terribles porque, aunque sabes que llegarán, siempre te queda esa pequeña duda hacia lo que podría haber sucedido si las cosas no hubieran sido así.  Te culpas por errores insignificantes y ahogas el terminar de tus latidos, para finalmente darte cuenta de que quien más ama es siempre quien más sufre. 

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