No sé dónde aprendiste a bailar bajo la tormenta pero lo haces y prefiero tus diluvios a esta mierd

No sé dónde aprendiste a bailar bajo la tormenta pero lo haces y prefiero tus diluvios a esta mierd

viernes, 7 de septiembre de 2012

En el mundo genial de las cosas que dices.

Su tacto. Su perfume. Su piel. Sus ojos. Sus labios. Su sonrisa. Su pelo. Su mirada. Sus caricias. Ambos no paraban de pensar el uno en el otro. Cada noche soñaban con volverse a ver, con sentir el calor del otro, con despertarse a su lado. Formaban la pareja perfecta, se complementaban. Ella era alegre, vivaz y preciosa. Él era tranquilo, sonriente y perfecto. Era capaz de sorprenderla a cada instante, de cuidarla y protegerla a pesar de todo. Ella le correspondía con besos, caricias y la mejor de sus sonrisas. Eran perfectos y, de hecho, lo siguen siendo.

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